La mayoría de la
gente no cree en ningún tipo de criatura sobrenatural, no creen en
vampiros, brujos o licántropos; y con un poco de suerte muchos de
ellos llegarán al final de sus vidas sin tener noticias de ellos.
Unos pocos caerán víctimas de sus engaños y puede incluso que
encuentren la muerte. Yo en cambio he sabido de su existencia desde
que nací. Sé no solo que existen sino que además estoy destinado a
vigilarlos, a velar para que los humanos continúen ajenos a ese
mundo y sanos y salvos.
Soy un Regio, una
raza concebida para proteger a los humanos, para mezclarnos con ellos
y asegurarnos de que esas criaturas no les hacen daño alguno. Para
ellos representamos una especie de juez y verdugo; marcamos el límite
que no deben traspasar, bajo ningún concepto pueden matar a un
humano. Si acatan esa única norma les dejamos vivir tranquilos,
quebrantarla supone su propia muerte.
Para llevar a cabo
esta tarea, desde muy corta edad somos sometidos a un duro
entrenamiento, tanto físico como mental. Sin embargo, sólo unos
pocos de nosotros se convertirán en bellator, los verdaderos
guerreros de nuestra raza. La principal diferencia de los bellator es
que desarrollan habilidades primarias, ciertos poderes que no se
manifiestan hasta cumplir dieciocho años; debido a esto, todos somos
entrenados por igual hasta ese día. Una vez superada la
transformación, los bellator son enviados a las zonas conflictivas o
allí donde son más necesarios. Persiguen y dan caza a aquellos
seres que transgreden la norma.
Ese el rito de paso
de nuestra raza y aunque en el fondo todos deseamos convertirnos en
bellator, la transición no es nada agradable, es un proceso
tremendamente doloroso que entraña incluso cierto riesgo. Pese a
ello, soportamos ese sufrimiento con la certeza de que nos convertirá
en guerreros.
Toda mi vida ha
transcurrido en este pequeño pueblo, un remoto lugar perdido en
alguna parte de Los Alpes Suizos, lejos de cualquier signo de
civilización y prácticamente inaccesible para quien no sepa donde
se encuentra realmente. Es parte de nuestro destino, permanecer
aislados hasta estar lo suficientemente preparados, lejos de las
miradas humanas y lo que es aún más importante, lejos de nuestros
enemigos. El aislamiento sólo se interrumpe en ocasiones concretas,
cuando es necesario abastecernos, cuando algún grupo vuelve para
descansar o para traernos nuevas noticias, o cuando un amigo nos
visita, aunque esto último ocurre en contadas ocasiones.
Pero hoy todo es
diferente, hoy es la víspera de mi décimo octavo cumpleaños, si
mañana me convierto en un bellator saldré al mundo como un
guerrero. Todo mi entrenamiento será puesto a prueba, podré por fin
luchar y hacer frente a mi destino. Puede que mañana mi vida cambie
por completo.
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